jueves, 24 de febrero de 2022

Salir

"Pero ¿y qué es lo que quieres, exactamente?"

Que gran pregunta. ¿Qué quiero?

La pregunta es tan corta, tan aparentemente inocente, tan profunda, tan llena de recovecos donde perderse... que enfrentarse a ella da vértigo.

¿Por dónde empezar?

¿Qué me gustaría si tuviera una carta mágica, un botón de control absoluto, un genio de la lámpara que me conceda tres deseos?

Desde que tengo memoria, por lo menos desde los 8 años, he tenido ese deseo escondido esperando al genio de la botella que nunca apareció, de levantarme un día por la mañana siendo una niña normal, normal en el sentido de que todo el mundo lo supiera y fuera natural, ninguna sorpresa. Que el mundo hubiera sido así desde que nací. Pero no libre del miedo, en mi deseo pedía que sólo por un día, que al día siguiente a ese volviera a ser yo. Tal era mi confusión. Tal la negación de lo que quería en el fondo.

Pero ese genio de la lámpara no apareció nunca no por ser un mamón desaprensivo, si no por la mucho menos prosaica excusa de que no existen, y naces como naces, niño, niña, gordo, bajita, feo, sordo de un pie... hay cosas que no se pueden "decidir", que no puedes empeñarte en "ser lo que no eres". Y este es el quid de por qué todo esto es un problema.

Perdámonos un poco por este recoveco recién abierto: ¿qué es "lo que eres/lo que no eres"? La misma rotundidad que muchos (demasiados) aplican al "no puedes empeñarte en ser lo que no eres" la puedo usar en el sencillo contra argumento de que yo soy lo que soy, entero, entera. Este sentimiento profundo que me acompaña toda mi vida no desaparece por mucho que te empeñes en definir mi mundo. Lo puedes atemorizar, lo puedes empequeñecer, lo puedes humillar, despreciar, negar, vapulear. Lo puedes hacer sentir profundamente malo, retorcidamente inhumano, pervertido. Puedes hacerme sentir culpable por cargar con ese pensamiento en mi cabeza.

Pero ese pensamiento no va a desaparecer. Y no lo va a hacer porque, sencillamente, es lo que yo soy.

Puedes joderme la vida haciéndome sentir que esta mal sentirme como me siento, empeñándote en que me sienta roto, que me sienta enferma, que me sienta fuera de lugar, inhumano. Pero no va a desaparecer por que a ti no te guste o no te cuadre en tu patrón de cajitas, o en tu cajita de patrones.

Primera batalla. No puedo ser lo que no soy, pero no puedo dejar de ser lo que soy. Victoria: impossible. Empezamos mal.

Tengo 42 palos. Qué coño, tengo 43. Dos hijos. ¿Qué quiero de verdad?

Preguntemos mejor: ¿qué puedo permitirme?

La sociedad es una mala zorra y pelearte contra el mundo entero es una montaña que rite tú del Muro de Juego de Tronos. Te quedas ahí mirando con cara de ¿pero a donde cojones he venido yo a plantarme? No puedo, no tengo la energía de plantarme ante el mundo y cambiar y ser una mujer. Demasiadas barreras, demasiados muros, demasiados orcos, demasiadas miradas interrogantes y demasiados ceños fruncidos. Si mi vida fuera muy diferente... bah, para qué pensar en eso. Mi vida no es diferente, es la que es, y en la que es, aquello está demasiado lejos, demasiado dolor, demasiadas trabas.

Entonces ¿a qué aspiras?

Tal vez la respuesta más fácil a esto sea: "no tengo ni idea".

Idealmente me gustaría poder contarle a la gente sin tapujos que soy una tía, desde dentro, desde siempre. Que no he dejado de ser un tío y que dudo que quiera dejar de serlo. Y además como tía, soy lesbiana perdida.

"Ya veo... tú lo que tienes es mucho morro" (conversación real)

Y a vueltas con las cajitas. Acompáñame en este otro recoveco por el que perdernos. Mira qué pregunta tan inocente sacaste al principio...

En el mundo de cajitas donde todo encaja (¿eeeeeh?) el mundo entiende mejor, por este orden:

1- si dices que te gustan las personas de tu mismo sexo
2- si dices que has nacido con un cuerpo equivocado y que en realidad eres el otro sexo género
3- la física cuántica
4- el sentido de la vida, el universo, el tiempo
5- a Dios
6- a Trump
....
N- si dices que has nacido hombre pero en realidad te sientes una mujer pero no dejas de ser un hombre, pero además te gustan principalmente y casi siempre las tías aunque a veces también los tíos, que estás a gusto con tu cola pero en realidad día sí día también sueñas con que no está ahí más y que cuando alguien que sabe cómo hacerlo te folla descubriendo ese coñito que nadie más sabe que está ahí flotas hasta el hiperespacio sin parar todas las horas que haga falta, pero a la vez no paras de soñar con abrirle las piernas y metersela hasta el fondo; que no quieres o esperas que nadie use pronombres femeninos hablando sobre ti pero a la vez sería maravilloso si pudieras salir a la calle con unas medias bien ajustadas botas muy altas y una falda muy corta y que NO PASE NADA, pero ni se te ocurra porque cuando te miras al espejo así sientes un vértigo y un asco que te empuja a correr al rincón más oscuro de tu habitación y arrebuñarte allí hasta que todo el mundo haya desaparecido, pero no dejas de ser, nunca has dejado de ser, y nunca dejarás de ser esa niña que nadie, o casi nadie, conoce, y que por otro lado ni se te pasa por la cabeza la idea de cambiar de nombre porque tú no has cambiado ni dejas de ser la persona que eres y has sido siempre.

Joder con la preguntita.

"Me alegro de que me haga esa pregunta" decían en alguna película. De repente un montón de detalles afloran.

Cuánto miedo, cuánto asco hacia mi misma. Cuánto puedes sobrellevar esa sensación de me aterroriza querer lo que quiero, me amedrenta y me supera ser lo que soy. ¿Por qué? Ser lo que uno es nunca debería doler. Nunca debería ser difícil. Es más, debería ser lo más fácil del mundo, ¿no? Sin tapujos, sin actuar, sin pretender. Simplemente ser. Lo que soy, como decía antes, no cambia me da igual tus opiniones o tu percepción de la realidad. Yo soy una persona que nació con colita entre las piernas y que tiene barba y pelos en los huevos que le cuelgan y le molestan cuando pedalea en la bici. Soy un hombre padre de dos criaturas alucinantes y pareja de otra criatura aún más alucinante. Pero a la vez soy esa mujer niña que no ha dejado de existir en 43 años y que nunca ha podido crecer ni evolucionar ni salir.

Salir. Como entiendo ahora la expresión de "salir del armario". Cómo duele darte cuenta de que una mitad de ti lleva AÑOS encerrada en un sitio oscuro para que nadie la vea y a nadie le explote la cabeza porque no encajas en la cajita de patrones que el mundo acepta.

Puede que aún no esté preparada para salir a la calle contenta con mis botas hasta la rodilla y con mis medias recién estrenadas y mi faldita insultantemente corta. Puede que el mundo sea quien no esté preparado para verme como lo que soy, este amasijo de género que se moldea según el día y el humor de la luna. Tal vez no esté aún lista para maquillarme y plantarte un beso de carmín en los morros desde mis tacones. Pero eso no me hace menos yo.

Hoy escuchaba en un podcast una verdad que me ha hecho flipar, sobre mujeres trans, en la que una de ellas hablaba de cómo transicionó no hacia una mujer trans, si no hacia una niña trans primero, y sólo después de unos años de pubertad que se le negaron cuando era un niño, poder convertirse definitivamente en una mujer trans. La evolución es larga porque la evolución de la persona lo es siempre, y esa mitad tuya que estuvo escondida tanto tiempo se perdió esa etapa de experimentar, de descubrir y descubrirse, de no tener ni puta idea de qué es el mundo y qué espera de tí ni qué has de esperar tú de el.

Hoy me siento como esa niña perdida en un mundo hostil, incomprensivo e incomprendido a partes iguales. Un mundo que no te va a aceptar te pongas como te pongas, un mundo que no te entiende y al que no te sientes capaz de explicar algo tan sencillo como ES QUE ESTO ES LO QUE SOY.

En un mundo piruleta, yo que nunca he sido demasiado pedigüeña (salvo en la cama), lo único que me gustaría es poder hablar de esto abiertamente sin temer que el cielo vaya a caer sobre nuestras cabezas y bla bla bla. Poder alegremente igual que le dices a alguien "hostias mira lo que dijo ayer mi hijo", pudieras decirle "pues fíjate que cosa tan curiosa me ha pasado que me siento mucho más mujer que hombre", y la respuesta fuera sencillamente curiosidad de la sana.

Me gustaría poder tener estas palabras con una cara, conocida (¡o no!) y no con una pantalla que me defiende desde el anonimato de ese mundo hostil. Me gustaría poder hablar de ello con mis amigos y que me contaran qué piensan sobre ello sin que fuera un drama, una risa, o un "y qué cojones te digo ahora". Me gustaría que mi pareja no se escondiera en el miedo de "donde me deja esto" y se enfrentara a ello me acompañara en ello más abiertamente. Me gustaría que nadie le cuestionara "donde deja eso a tu familia". Me gustaría que cuando celebremos en algún momento, puede que 10 años después de casarnos, por fin, nuestra boda, podamos ir las dos en un vestido bonito. Y que todo esté bien.

Me gustaría poder explicarle a mi familia o a mis amigos o a la camarera del bar que esto no me hace diferente de lo que soy, que no me hace otro ser, que sólo enriquece lo que soy. O mejor dicho, solo enseña la totalidad de lo que soy. 

Porque lo que soy no ha cambiado. 

Sólo busca una forma de salir.


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