viernes, 25 de febrero de 2022

De compras

Ayer salí a comprar ropa. Lo que he odiado siempre. No te confundas, lo sigo odiando con toda mi alma, si cabe aún más. A mi aversión a los centros comerciales llenos de gente y la luz horrible que tienen se unía inseparable la presión de miles de ojos que, aunque no me prestaban la más mínima atención, se sentían pesados sobre mi espalda a cada movimiento que hacía entre las hileras de ropa.

Ayer salí decidida a comprarme ropa de niña.

Torpe como un pulpo en un garaje me movía por los pasillos de la planta de mujer, mirando todo con curiosidad insana, tratando de adivinar de la mejor manera cómo me quedaría (Nota mental: mal. Nota mental 2: no me lo imagino) sin poder evitar la sensación de todas las señoras que me rodeaban mirándome mientras me decían sin palabras "pero chico tú que haces aquí que esto no es para tí".

Tembloroso como un flan me acerqué a los probadores con unos pantalones ajustados elásticos pensando que me iban a decir que no podía entrar. Ciertamente hubo alguna mirada torcida al preguntarme cuántas piezas de ropa me iba a probar y ver los pantalones (me parecía excesivo entrar al probador con ropa interior) aunque siendo realistas seguramente fueran más en mi cabeza que en la realidad.

Mientras vagaba por los pasillos escuchaba un podcast a todo volumen en los cascos para aislarme de todo ese mundo que me miraba acusador en mi cabeza, y tratando de encontrar un punto de humor escuché a este tipo que contaba cómo cuando se declaró no binario sus colegas le preguntaban "o sea, ¿que ahora vas a llevar ropa de chica?" y su respuesta era demoledora:

"No, verás, voy a llevar mi ropa. Porque es mía. Lo sé porque me la he comprado yo. Verás, antes tenía cero vestidos y algún dinero, y ahora tengo algunos vestidos y ningún dinero. Eso quiere decir algo, ¿verdad? Es más, incluso tengo un trozo de papel que explica la transacción, por si cambio de opinión más tarde".

A veces una risa tonta es lo que hace falta para trivializar todo y conseguir pasar por encima de estos miedos.

Mientras me probaba los pantalones no podía parar de acordarme de aquello que comentaba ayer de la tipa que al transicionar primero lo hizo a niña trans antes de poder ser una mujer en condiciones. Me sentía como la niña que se cuela en el armario de su hermana/prima y empieza a probarse todo, con la ilusión de verse igual que ella y con la decepción de no hacerlo. La búsqueda compulsiva sin el menor criterio, sin la menor idea de qué entre todo este millón de estilos de ropa que no ha usado nunca le puede sentar medio bien, la cansina sensación de nada es suficientemente bueno, la abrumadora inmensidumbre de opciones desconocidas que aún tienes que aprender a medir, a imaginar puestas. Esa sensación mezclada con la ansiedad de que alguien va a venir y te va a pillar hurgando en el armario de ropa que no es tuya, date prisa, no tienes mucho tiempo...

Extenuante.

Al final sólo me compre unas medias, por aquello de que son tan baratas que si no quedan bien pues no has perdido nada. Aunque me quedé con ganas de llevarme aquellos pantalones petadísimos que aparte de apretarme las piernas hasta hacerlas la mitad de su diámetro, me tiraban del culito para arriba de una forma que me parecía increíblemente sexy. Enbutirme en esos elásticos que redondeaban mi culo y lo levantaban orgulloso me arrancó una sonrisa. No sólo había sido capaz de hacerlo, y probarme la ropa que desde hace siglos he mirado con mezcla a partes iguales de admiración, envidia, y enajenación. No. Además había sido capaz de verme por primera vez en mi vida en algo parecido a sexy de esa forma que apenas existía en mis sueños.

Queda para otro episodio (largo) cómo lidiar con mi barrigón. Porque sobra decir que todos los pantalones de niña están entallados para cinturas altísimas y considerablemente más estrechas que las caderas, y por supuesto ese no es mi caso. La impresión sexy sólo funcionaba si eras capaz de separar por completo de mi cintura para arriba y para abajo. El conjunto era sencillamente cómico. Pero bueno, al menos no era adefésico que era lo que iba pensando que iba a encontrarme.

Por cierto, las medias tampoco me convencen. Como buenas medias, hacen unas piernas bonitas, pero poco más. Creo que habrá que probar más. Mientras sigan siendo baratas, ni tan mal. De momento respiro aliviada de poder volver a casa y probarme todo (como si fuera mucho) y escapar de esa caza furtiva en el armario de mi hermana mayor.

Esta niña tiene que crecer.

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